Nancy María Ortega tiene 52 años y ha vivido 31 en el barrio Navarra, de Bello, donde desde el 2019 tiene como vecina a la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) Aguas Claras. Tiene dos emprendimientos que, en los últimos años, han hecho parte de la política de “buen vecino” que la planta implementa en esa zona del norte del Valle de Aburrá.
El primer emprendimiento se llama Tomaplan. “Es una bebida a base de plantas aromáticas que se toma fría. Tiene albahaca morada, yerbabuena y menta. También lleva maracuyá, endulzante de panela, clavos y canela”, cuenta sobre el producto que envasa en recipientes de 250 mililitros. Las plantas las siembran en la huerta de la Institución Educativa Navarra. De allí sale su segundo emprendimiento: un “paquete saludable” con lechuga, perejil, apio, cebolla de rama y plantas aromáticas. “De lo que haya en cosecha en ese momento hacemos el paquete”, explica Nancy.
Ella y las cinco personas que trabajan en la elaboración de esos productos han participado en los cinco festivales gastronómicos que ha organizado la PTAR y que reúnen las iniciativas de decenas de vecinos del sector. Henry Parra Molina, presidente de Aguas Nacionales —filial de EPM que administra la planta—, explica que decidieron apostarle al sector gastronómico por dos razones: tiene más demanda de mano de obra y permite enfocarse en proyectos de mujeres, con lo que se impacta más la economía doméstica en los barrios aledaños.
Parra explica que la planta de Aguas Claras no solo busca presentar una oferta a la comunidad, sino que esta se apropie de los espacios que ofrece la UVA: auditorio, salones, zona pública, entre otros. En estos y en las instalaciones de la planta se han desplegado varias estrategias económicas. Además de los festivales que han dejado ventas superiores a $20 millones para cerca de 60 emprendimientos, se han dispuesto “Tiendas de la confianza” para que los vecinos vendan sus productos a los empleados de la PTAR.
La mayoría de los emprendimientos existían desde antes de que llegara la planta, pero Parra estima que por lo menos unos diez nacieron en el marco de los festivales gastronómicos. El último de estos tuvo que ser virtual, pero los demás fueron presenciales. El próximo será en junio, en las instalaciones de la UVA.
Nancy dice que la participación en los festivales y otras actividades le ha dado “la oportunidad de darnos a conocer y la parte económica ha sido súper rentable, considero que nos ha ido muy bien”. Además, considera que la PTAR ha cumplido con ser “buena vecina”. “Como todo, hasta en la familia de uno hay inconvenientes, pero ya pasamos los malos momentos”, dice.
Se refiere a las dificultades que hubo hace algunos meses por los malos olores que generaba, pero que ya han sido controlados casi por completo. Al respecto, Parra aclara que monitoreo sigue siendo permanente, incluso con empleados de la misma comunidad que reportan cada hora si se perciben novedades de malos olores alrededor.
El presidente de Aguas Nacionales cuenta que la PTAR Aguas Claras trata, en promedio, cinco metros cúbicos de aguas residuales por minuto y tiene capacidad para llegar a 6,5. Este tratamiento hace que cada día se generen 220 toneladas de biosólidos, de los cuales una parte se aprovecha como material para la recuperación de suelos y como fertilizante para fincas de pastoreo, y otra parte se aprovecha para generar energía eléctrica que autoabastece el 55 por ciento de la demanda de la planta.
En la actualidad, la PTAR tiene 170 empleados que, a su vez, son clientes de los emprendimientos del sector y hacen parte del proceso de integración entre Aguas Claras y la comunidad que la rodea.
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