Por: Alexánder Hernández Marín / @alexanderjhm
La decisión del presidente de Colombia, Iván Duque Márquez, de alargar la cuarentena hasta el próximo 11 de mayo sorprendió a más de un ciudadano. En un país polarizado como el nuestro, muchos dirán que se pasó de bando, que “se les mamó” a los empresarios, a las grandes fortunas, en una palabra: que se “mamertizó”, por el hecho de “privilegiar” la vida sobre cualquier otro interés o actividad, por ejemplo, la que llamamos economía, como si se pudieran separar.
Pero el primer mandatario no se convirtió en ningún “mamerto”; él tomó una decisión apenas lógica y necesaria. También hay que aclarar que eso que denominamos economía no está parada, sino que marcha a otro ritmo: uno muy lento, precisamente, porque las personas se tienen que resguardar, lo que reduce las utilidades. En cuanto a los bancos: ellos nunca pierden, pero ese es otro tema.
El término “mamerto”, según el Diccionario de Americanismos de la Asociación de Academias de Lengua Española tiene cuatro significados, entre ellos: “Miembro del Partido Comunista de Colombia”. Al significado le sigue la abreviatura: “desp.”, es decir, despectivo. La historia de esta palabra no es el tema central de esta columna (si les interesa su origen basta con un rápido rastreo por internet). Mi interés es precisar qué significado puede llegar a adquirir hoy en nuestro país.
“Marmerto” es para muchos un insulto y para otros un halago. Por lo general, lo utilizan ciudadanos que se identifican con las posiciones de derecha para denominar a otros que lo hacen con posiciones de izquierda o progresistas.
Pero ¿a qué llamamos posiciones de derecha, de izquierda o progresistas? En mi opinión, es absurdo encasillar a las personas en un tipo de pensamiento, como si los seres humanos solo pudiéramos habitar el mundo y experimentarlo a través de una sola perspectiva de la realidad. Sin embargo, no miento cuando digo que muchas personas se autodefinen como de derecha o de izquierda, e incluso rigen sus vidas por ideologías derivadas de estas posiciones.
Muchos de los que se hacen llamar de derecha tienden a identificarse con pensamientos conservadores en cuanto a la economía, las tradiciones, la religión, el manejo de la autoridad y la manera de gobernar. Algunas de las expresiones de las posiciones de derecha son la defensa férrea de la propiedad privada, ante cualquier otro interés público; la preferencia por una menor participación del Estado en la regulación de los negocios; el individualismo frente a la colectividad; las diferencias sociales como producto del esfuerzo o no de los individuos, entre otras.
Por su parte, muchos de los que se autodefinen de izquierda o progresistas dicen privilegiar y defender la igualdad social como una búsqueda que incluya el ejercicio de los derechos, sin distinciones por el origen o cualquier otro factor; así mismo, proponen una mayor participación del Estado en la regulación de la economía, y un fortalecimiento de la colectividad social frente a la individualidad; identifican en la autoridad una figura de justicia más que de orden; además, ven con mejores ojos el bien común que el bien privado. Lo anterior, se expresa en reivindicaciones sindicales por los derechos de los trabajadores, en el reclamo de mejores condiciones del sistema de salud y una crítica constante al modelo económico capitalista, etc.
A raíz de la actual pandemia, es notable cómo las prioridades han cambiado en casi todo el mundo. Ciudadanos, gobernantes, políticos, líderes comunitarios y demás actores sociales encuentran en las acciones conjuntas, colaborativas y solidarias la principal salida a una situación que, aunque nos tiene a todos aislados, requiere del compromiso colectivo para evitar la propagación del coronavirus. Es así como vemos que con cada contagio y con cada víctima, las miradas de muchos, que tradicionalmente hemos identificado como de derecha, han ido desplazándose para dar lugar a otras que podríamos decir son más cercanas a las que se han denominado ideas de izquierda o progresistas, en otras palabras, se han “mamertizado”.
Por estos días, no son pocos los que consideran que el sistema de salud requiere más atención, que los empresarios deben pensar más en sus trabajadores y menos en sus utilidades, que nadie se debe quedar sin trabajo, que la banca gana demasiado, que muchos futbolistas facturan sueldos exagerados frente a lo que devengan médicos y maestros, que todos debemos pensar en el bienestar colectivo y no en los intereses particulares, que el Estado tiene la obligación de tomar decisiones para asegurar el bienestar común, que somos iguales y tenemos el mismo derecho a acceder a las mismas oportunidades que nos permitan vencer la enfermedad COVID-19.
La polarización política, que nos han enquistado en las últimas décadas los liderazgos mezquinos tanto de los que se reconocen de izquierda como los que se autodefinen de derecha, nos ha llevado a utilizar la palabra “mamerto” para llamar, despectivamente, a aquellos que tiene ideas diferentes a las tradicionales y predominantes de quienes han ostentado el poder en Colombia por más de 200 años. Pero una situación excepcional, causada por un virus, ha “mamertizado” a todo un país, esto no significa, para nada, un triunfo ideológico de la izquierda; es, más bien, la demostración de que nos podemos mover, aunque sea un poco, por fuera de esas ideas hegemónicas que han dominado nuestra democracia.
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Alexander Hernández es Comunicador social-periodista y docente universitario. Magíster en Estudios Humanísticos y especialista en Docencia Universitaria Investigativa.
Correo: [email protected]
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