Editorial
Hoy inicia una nueva era gubernamental para el país y nadie se puede cerrar los ojos frente a lo que representa la asunción al poder por parte de Gustavo Petro, que desde hoy es presidente de los que votaron por él, más los que votaron por los otros candidatos. Ya superamos la etapa electoral y lo que corresponde ahora es que el mandatario, sus ministros y la ciudadanía en general pensemos en el bien de todos.
Hay clima de optimismo en amplios sectores del país, pero también hay expectación en otros sectores frente a las decisiones que se definan en los próximos meses. Lo que sí ha logrado disminuir Petro, desde su elección, es la polarización, a partir de una narrativa que invita a los distintos actores de lo público a construir desde la diferencia.
Concentrar el debate en quién gastó más en el acto de transmisión del poder es insulso. Nosotros, comunicadores de formación, comprendemos bien lo que implica trazarse el objetivo de dar los mensajes correctos a través de momentos de verdad, como el que suscita este.
Lo que sí deberá comprender el presidente posesionado y sus simpatizantes es que ya son gobierno, gesta por la que tanto lucharon, construyendo sentidos de la administración de la cosa pública desde la oposición y ahora serán otros los que asumirán ese papel y, como ellos pidieron por décadas, deberán ser escuchados y respetados, eso sí, las veces que impere el respeto por parte de los detractores.
Hoy también se toma aire después de un gobierno que dejó más dudas que certezas a su paso. Un gobierno al que abonamos la atención de la pandemia, el crecimiento en algunos rubros de la economía y el avance en algunos proyectos de infraestructura estratégicos para el país, pero hay que señalar que Iván Duque deja el primer cargo como un gobernante que pudo proyectar otro semblante, más decidió desconectarse del momento histórico que vivía el país por cuenta del Acuerdo de Paz y echó por la borda los esfuerzos de años en La Habana y ante la comunidad internacional. Si en vez de hacer trizas la paz, la hubiese abrazado, sus más enconados opositores hoy aplaudirían el espaldarazo que nunca llegó.
Lo que sí llegó, a causa de los yerros presidenciales, fue la hora de que la izquierda gobierne y por eso es menester augurar una gestión que redunde en el bienestar de todos los colombianos. Cada ejecución en este cuatrienio deberá perseguir el bien de todos, si así lo hiciere, que Dios y la Patria os lo premien. Y si no, que él y ella os lo demanden.
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