Editorial
Este no es un editorial para retirar lo dicho en nuestra publicación del pasado miércoles, 9 de septiembre, en la que dice “La Policía mató a Jesús Ordoñez”, mensaje que generó un aluvión de críticas, que entendemos y respetamos, pero no, no es un mea culpa.
Sabemos que la Policía Nacional cuenta con personal que entiende muy bien para qué decidieron servir al país desde esta institución. Hace unos días nuestros colegas de “Mi Bello es bello” publicaban un video en el que un policía, en Niquía, se unía a unos intérpretes de música llanera, en junio fue noticia un policía que se negó a hacer un desalojo en una invasión en Cali y en los disturbios que se presentaron la noche del miércoles en Bogotá se conoció otro video en el que un agente del ESMAD increpó a un policía para que detuviera su agresividad y, como estos, son más los relatos que se conocen sobre el buen proceder de policías que llevan el verde oliva por vocación y Bello también cuenta con uniformados de esas calidades. Son ellos los que encarnan la esperanza en el futuro de esta institución porque actúan con vocación de servicio y día a día aportan a un mejor entorno para todos. A esos hombres y mujeres, gratitud por su compromiso.
Lo anterior, infortunadamente, son excepciones a acciones que deberían ser parte de la normalidad de una institución que genera poca credibilidad y respeto por parte de la ciudadanía.
Parte de las críticas, algunas de ellas agresivas e irrespetuosas, apuntaban a que El Bellanita perdió el norte con esta publicación, cuando siempre hemos expuesto argumentos, desde el conocimiento, sobre la inoperancia de la Policía en la ciudad y cómo su parsimonia es el combustible que ha permitido el fortalecimiento de las estructuras delincuenciales en el territorio, en lo que creemos no estamos mintiendo, porque además es una de las situaciones que reportan continuamente los bellanitas.
El simple timbrar infructuoso del teléfono de un cuadrante, nos lleva a pensar que este no es solo un problema del policía que no contesta, sino un problema de la Policía que aun sabiendo que ocurre, no interviene.
Ver una patrulla de la Policía parqueada sin cumplir su labor en una plaza de vicio, ante la mirada atónita de los transeúntes, no es solo cuestión de los policías que van en el vehículo, es cuestión también de una institución que lo sabe y hace poco o nada para evitarlo.
Conformarnos con 240 policías asignados a la ciudad, cuando hace más de diez años se exige el incremento del pie de fuerza sin que haya sido posible, no es solo cuestión del oficial o suboficial que engaveta las solicitudes, es cuestión de una institución que solo se refuerza cuando está en el foco de los medios porque “Bello se calentó”.
No somos merecedores de una Policía que maquilla sus cifras de operatividad con jibaros y delitos menores para tratar de mantener contentos a Alcaldes y secretarios de Gobierno (ahora de Seguridad), merecemos una policía que esté del lado de los ciudadanos.
Saber que líneas telefónicas estratégicas como la 165 antiextorsión del GAULA y 166 de Transparencia de la Policía, no tienen absolutamente ninguna utilidad para los flagelos que sufre la ciudad, no nos permite señalar a los policías que evaden su misión, sino a una institución que está en mora de reformarse.
Los últimos hechos en el país deberían servir para iniciar ese proceso de reforma tan necesario. Aquí no hay que reestructurar a uno, a 20 ó 5.000 manzanas podridas, la institución policial requiere una fuerte reflexión que le permita encontrar un norte, ese sí perdido, para su proyecto para el país.
Sabemos que los buenos policías se ven afectados por la aparente generalización que podrían tener titulares como el nuestro, pero esos buenos policías son muy conscientes de lo desacreditada que está su institución por el proceder de muchos de sus compañeros. De ellos tenemos la plena seguridad que están del lado de la gente, pero lo que vivimos no se puede matizar. Es inconcebible que después de tantos casos, algunos sin policías responsables en un centro carcelario, sigan sucediendo estos hechos en los que más allá de buscar responsables, corresponde señalar a la Policía como institución. La Policía mató a Nicolás Neira, la Policía mató a Andrés Felipe Becerra, la Policía mató a Dilan Cruz, la Policía mató a Javier Ordóñez, la Policía se tiene que reformar… que sea en honor a los buenos policías (que muchos sí son).
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